La cultura del vinilo: más allá de la salsa y la verbena.

Sobrevivir al paso del tiempo. Eso es lo que ha hecho el disco de vinilo desde su aparición en 1948 gracias al sello Columbia Records, consolidándolo como el formato de música en físico predilecto de los melómanos.

Sin embargo, con el paso del tiempo y las nuevas tecnologías fueron apareciendo la cinta de casete, el CD y, posteriormente, el streaming, relegando poco a poco a ese popular LP que con el pasar de la aguja por sus surcos hacía florecer la música.

Pero, la historia es cíclica y los amantes de ese formato en acetato siempre supieron la importancia cultural que tenía. Y ahora, nuevamente, el vinilo vuelve a posicionarse como el formato en físico dominante, superando en 2022 después de 35 años al CD en ventas mundiales.

De acuerdo con una investigación de la Recording Industry Association of America, el año inmediatamente anterior la música en formato físico movió alrededor de 1.700 millones de dólares, de los cuales el vinilo representó el 71,2 % de esa venta total, mientras que el CD fue de 28,1 %.

Entre tanto, en Barranquilla, esa casi que subcultura y adoración que se fue creando alrededor del LP, aumentada por la proliferación de los sistemas de sonido, iba creando un nicho de amantes y coleccionistas que poco a poco iba creciendo más.

Y aunque por lo general se asocia a que el coleccionar discos de vinilo es mayormente hacia la salsa, la verbena y los ritmos tropicales, la realidad es que diferentes coleccionistas se enfocan en géneros que no son tan conocidos para el común denominador.

En ese sentido, tres coleccionistas, dos de ellas mujeres, que hablaron sobre esas sonoridades alejadas un poco de lo convencional.

 

Milena Antolinez, una mujer amante de la cumbia y el sonido propio barranquillero. Sonia D’large, una psicóloga que pondera la música de mujeres negras. Y Orlando Carvajal, un melómano en el cual la mezcla de sonidos es la principal característica de su colección de vinilos.

Desde hace unos cuatro años, Milena Antolinez se dedica a rescatar las sonoridades del Caribe, especialmente de lo hecho en Barranquilla, que en muchas ocasiones no se encuentra en otros formatos.

En su colección de más de 500 LP hay trabajos discográficos de artistas como Petrona Martínez, La Niña Emilia, Los Corraleros, y sus joyas de la corona: Esthercita Forero e incluso jazz con bandas como la Colombian Brass.

“Quise hacer un enfoque en la cumbia en todos sus matices. Desde Andrés Landero a Ramayá, Esther Forero, que algunos los escondo porque no se consiguen”, comentó.

Precisamente sobre Esther Forero y la razón de por qué ha empezado a coleccionar su música se debe a que “es una mujer que se atrevió a hacer música y es una de las grandes compositoras del Caribe entero, no solo en Colombia. Cuando las mujeres se suponía que debían estar en casa, Esther se fue a cumplir su sueño”.

Y es que conseguir discos de artistas como estas es una osadía y un trabajo de buscar y rebuscar. “Hay artistas del Caribe que no se conocen”.

Bajo el seudónimo de ‘la Pantera’, Sonia D’large, una melómana y amante de la música en formato de vinilo heredó esa pasión de su padre.

Con el pasar de los años fue usando ese arte como forma de empoderamiento femenino.

Su colección, que supera los más de 600 discos de acetato, se enfoca en diferentes géneros, pero siempre teniendo en cuenta el continente africano. De hecho, su seudónimo hace referencia al grupo activista afroamericano Panteras Negras y en su objetivo ahora hacia ese rubro está direccionando su colección.

“Estoy intentando que prevalezca música de artistas negros de cualquier género, pero sobretodo mujeres, y es difícil, no se consiguen acá en Colombia, toca mandarlos a pedir o que te los regalen”.

Y la razón por la cuál ha decidido hacer esto se debe a que “este mundo es dominado por hombres en todos los sentidos” y de las recomendaciones de su colección se encuentran artistas como Eve, Sampa The Great, rapera nacida en Zambia y radicada en Australia “

“Tanto la propuesta musical como su arte es espectacular”. Y Little Simz, nacida en Reino Unido con raíces africanas.

Los artistas, a lo largo de la historia, han vivido creando mezclas de canciones, de sonidos, de experiencias, de artes, con el fin de dar un nuevo sentido.

Precisamente, en nuevas sonoridades y mezclas se especializa la colección de Orlando Carvajal, quien heredó ese gusto de su abuelo.

“Tengo discos de un género que se llama Low-fi, que consiste en coger pedazos de otras canciones ya existentes y con extractos componer temas nuevos que suenan a hip hop, que es como el arte del sampling”.

Y aunque en su colección también hay jazz, reggae, y este tipo de sonoridades, dentro de su gran variedad de géneros en acetato se encuentra algo llamado IDM (intelligence dance music).

“Es una música rarísima, como para estudiar, electrónica con sinfónica y esto lo encuentras acá porque quienes prensan ese tipo de música están en Tel Aviv y en las pilas de vinilos del centro es difícil conseguirlo”.

Por otro lado, tiene discos de un artista llamado El Guincho, de origen español, que ha trabajado con Rosalía o J Balvin, “pero lo que él compone es cero comercial, fue una investigación de sonidos y ritmos, mezclados con su historia gitana”.

Fuente: https://www.elheraldo.co/

 

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