Un Premio Nobel en Miami Beach: Isaac Bashevis Singer

6

En Miami Beach, a solo unas cuadras de Little Buenos Aires, está el barrio de Surfside. Allí residió, por casi 15 años, el premio Nobel de Literatura Isaac Bashevis Singer. Era el Miami Beach de los años 70, pintoresco, tranquilo, el yiddish sonando en todas partes.

Fue allí, en 1978, donde recibió la noticia del Nobel por describir “un mundo muy judío pero también muy humano”. Estaba en Sheldon’s, una droguería que cerró hace solo unos años, desayunando huevos y bagels con Alma, su esposa, cuando apareció el mensajero. Singer comía allí casi todas las mañanas. Cuenta la leyenda que cuando le llegó la noticia balbuceó “¡Oh, ok!” y volvió a su plato.

El escritor visitó Miami Beach por primera vez en 1948 con Alma y se enamoró del lugar. En aquel entonces, en las cafeterías y calles resonaban las conversaciones en yiddish. “Aquí el sonido del Viejo Mundo estaba tan vivo como siempre”.

Dejaron de visitar en los años 60, hasta que en 1973 fue invitado a dar una conferencia en el Templo Israel, en el downtown de la ciudad. Una exvecina de Alma en Munich, que asistió a la conferencia, los invitó a su departamento en la Avenida Collins. Otra vez se enamoraron de Miami Beach y la exvecina les sugirió que compraran un apartamento en su edificio.

En 1977, después de mucho pensarlo, los Singer se mudaron al barrio de Surfside. A las Surfside Towers específicamente. Allí el autor de El Mago de Lublin tuvo el período más prolífico de su larga carrera.

Isaac Bashevis Singer nació en Polonia en 1903, en aquel entonces parte del imperio ruso. De una familia de rabinos, cursó estudios religiosos hasta abandonarlos para convertirse en reportero. Su primera novela, Satán en Goray, apareció en 1933. En 1935 emigró a los Estados Unidos, donde continuó su carrera de periodista. Escribía en yiddish y traducía al inglés.

“En realidad, fue un refinamiento de copia de transcripción más que un ejercicio literario. Él leía al ‘traductor’ en inglés, poniendo su yiddish en una forma que el otro pudiera entender, y luego el traductor ponía las palabras en un uso gramatical o, en el mejor de los casos, más idiomático,” contó Lester Goran, quien fue su colaborador en la parte final de los años de Surfside.

Singer no era un escritor colorido. Prefería un lenguaje llano, coloquial, incluso de jerga y cargado de humor, a pesar de lidiar en su obra con grandes tragedias. Dijo del yiddish en el discurso de aceptación del premio Nobel que es “el idioma sabio y humilde de todos nosotros, el idioma de la humanidad asustada y esperanzada”. Había viajado a Estocolmo acompañado de vítores y amigos cercanos. “Para mí fue un momento extático cuando el Rey de Suecia me entregó el premio”, recordó.

Falleció a los 87 años, el 24 de junio de 1991, en Surfside, después de sufrir una serie de derrames cerebrales. Su casa fue designada Monumento Literario por el Florida Center for the Book tres años después. Una calle en su barrio de Miami Beach se llama Isaac Singer Boulevard en su honor; y también lo es una plaza en Lublin, Polonia, y una calle en Tel-Aviv, Israel. La beca académica para estudiantes en la Universidad de Miami igualmente lleva su nombre.