Bad Bunny y el fin del amor

“Yo quisiera enamorarme, pero no puedo, pero no puedo”, lamenta Bad Bunny en un verso de ‘Tití me preguntó’, canción elegida como la mejor del 2022 por la revista Time. Y todo parece indicar que el ídolo boricua no es el único con esta condición emocional, pues resulta lógico deducir que un disco tan esencialmente sexual y anti-romántico como Un verano sin ti solo podría haber alcanzado semejante popularidad en la era dorada de Tinder y los “casi-algo”.

¿Qué sucede con el amor y el deseo en nuestro tiempo? En su ensayo La agonía del Eros, Byung-Chul Han se animó a teorizar sobre la actual epidemia de soledad que parecen atravesar tantos países de occidente desde comienzos de este milenio. En ese texto, el filósofo surcoreano explica cómo cada vez es más frecuente que invirtamos nuestra energía vital en obsesionarnos con nosotros mismos y con nuestra imagen ante los demás, convirtiéndonos así en lo que él define como “sujetos narcisistas del rendimiento”. El autor de La sociedad del cansancio indica que hoy en día es más fácil consumir al otro como un “objeto de cálculo hedonista”, y que aquello solo es posible tras haberlo cosificado y anulado como sujeto.

De acuerdo con él, las razones de ese fenómeno son muchas, y se deben principalmente a las condiciones materiales que ofrece esta fase del capitalismo tardío, dentro de ellas: la sobre-exposición de nuestra esfera íntima en redes sociales, el libre acceso al porno, la omnipresencia de los medios de comunicación, la presión constante por ascender socio-económicamente y por auto-explotarse en nombre del éxito; entre tantos otros mandatos camuflados bajo la premisa del “tú puedes”, que resulta mucho más peligrosa que la del “tú debes”.

Han describe a la pornografía como una profanación de lo erótico, en la cual no hay un exceso de contenido sexual, sino –paradójicamente– una total ausencia del mismo. De hecho, habla de cómo la primacía de lo pornográfico y de la mercantilización del deseo sexual han domesticado a lo erótico para convertirlo en un producto despojado de sufrimiento, pasión desbordada o cualquier tipo de negatividad.

Al respecto, el ensayista radicado en Berlín concluye en su libro publicado en 2012: “El amor se positiva hoy como sexualidad, que está sometida, a su vez, al dictado del rendimiento. El sexo es rendimiento. Y la sensualidad es un capital que hay que aumentar. El cuerpo, con su valor de exposición, equivale a una mercancía”. De allí que a artistas como Benito Martínez Ocasio les vaya tan bien glorificando la posibilidad de tener “muchas novias” intercambiables entre sí; puesto que hoy con el acceso a herramientas como las apps de citas se prioriza el confort de lo igual y la comodidad de los vínculos efímeros que reafirman el ego sin cuestionar nuestro núcleo vital.

Depresión y narcisismo
Por otro lado, Byung-Chul considera que el amor y la depresión son opuestos, y califica a esta como una enfermedad narcisista. Él plantea que nos deprimimos luego de abandonar la idea de la conexión real con el otro y encerrarnos dentro de nosotros mismos por culpa de un ego innecesariamente recargado. El eros ofrece entonces una salida de aquel infierno narcisista al tender un puente hacia el exterior y ofrecer la oportunidad de abrirse a la interacción con otros. Sin embargo, la tendencia actual nos inclina a fragmentar a los demás individuos en objetos sexuales parciales, cosificándolos y destruyendo así la posibilidad de amarles verdaderamente tras haber aniquilado su calidad de sujetos.

El nacido en Seúl propone que en la sociedad hipercomunicada, los humanos estamos sometidos a un exceso de información sin precedentes, a un nivel de sobreactividad mental tan asfixiante que atrofia la capacidad de fantasear. Este fenómeno contribuye a la desaparición del otro como sujeto. Pero esto no solo afectaría nuestra capacidad para enamorarnos, sino también para pensar de un modo crítico y cuestionar el mundo en que vivimos.

Y es que quizás uno de los puntos más llamativos de su teoría es que plantea que la agonía del eros también explicaría la crisis creativa y espiritual que atraviesan actualmente rubros como el literario, y el artístico en general. Luego de citar pasajes de filósofos como Hegel, Deleuze y Platón, Han concluye que “es necesario haber sido un amigo, un amante para poder pensar. Sin eros el pensamiento pierde toda vitalidad, toda inquietud, y se hace represivo y reactivo”. Lo que considero que cabe ahora preguntarnos es: ¿podrá la sociedad de la hipertransparencia desterrar para siempre el potencial transformador del eros en nuestras vidas?

Laura Camargo
Barranquilla (1989). Abogada y periodista radicada en Buenos Aires desde 2012. Especialista en cultura pop. Colaboradora de medios como Indie Hoy y El Heraldo. Conductora del podcast literario “Las Invitadas”. En Twitter: @lausoho

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